
Hace 20 años, un granjero de la zona hirió gravemente de un disparo al animal y Chito se quedó con él hasta que se repuso completamente. “Durante seis meses lo alimenté y lo cuidé, y muchas noches dormía a su lado”, cuenta. Poco a poco se fue tejiendo una profunda relación entre ambos, y Chito acaricia y besa frecuentemente a Poncho sin ningún miedo, a pesar de sus seis metros de largo y su conocida ferocidad. “Ya sé que es arriesgado”, dice, “pero Poncho es mi amigo, me mira a los ojos, nunca me atacaría. Aunque nadie más que yo puede bañarse con él, es demasiado peligroso”, reconoce.
0 comentarios:
Publicar un comentario