LAILA Y TIMOTEO

Author: Unknown / Etiquetas:



Tras las frías rejas de la perrera, un delgado y desaliñado animal se preguntaba cabizbajo, ¿ tanto he cambiado yo?, ¿ a caso no sigo siendo el mismo perro, aunque mi pelo no sea tan suave, mis ojos no conserven el brillo de la niñez, ni mis torpes movimientos resulten tan graciosos? Nunca imaginé que fuese un pecado crecer. Yo hubiese dado mi vida por ellos, solo a cambio de un lugar en la familia, mi familia. Cuando de cachorro paseaba por el parque y veía al anciano junto a su viejo mastín, compartiendo las tardes de verano, me decía a mi mismo: “Algún día, yo seré como él, caminaré sin correa junto a mi amo, sirviéndole de apoyo si sus pasos se quiebran, le ofreceré mi compañía si se siente solo, le daré mi calor si tiene frío”. Yo que una vez fui el más preciado regalo de un día de Navidad, no era consciente de los problemas que podemos causar a los humanos a la hora de las vacaciones, cuando mudamos el pelo, o cuando la naturaleza nos obliga a aullar a la luna buscando pareja. Pensaba que mi amo me perdonaría esos errores a cambio de mi amor. Pero para él, no fue suficiente Ahora, desde mi destierro, aún pienso que soy afortunado. Mis días podrían haber acabado en aquella carretera en la que fui abandonado, de no ser por la familia que me rescató y me trajo aquí. Que lástima que ya tuviesen perro. Parecían buena gente. Por unos momentos mi corazoncito estalló de alegría pensando que tendría una nueva oportunidad de ser querido. Pero no fue así. Mi pelo sucio, y mi delgado y herido cuerpo ya no resultan atractivos. Ojalá, que pudiesen ver dentro de mí. Tengo aun tanto que ofrecer.

Un aullido de dolor quebró el silencio de la noche, y tras él, el perro se acurrucó, cerró los ojitos y empezó a soñar. Y mientras dormía, movía el rabito, soñando con el abrazo y los besos de aquel niño que una vez le dieron la vida, un día de Navidad."

0 comentarios:

Publicar un comentario