Hace más de 230 años que no se ha visto un lobo en Escocia. Este animal, común en tantos países, fue durante siglos el mamífero más temido en la cultura británica, y los criadores de ovejas lo persiguieron sistemáticamente hasta su erradicación completa de toda la zona, en 1769. Ahora, estudios científicos recientemente publicados por la Royal Society de Londres revelan la conveniencia de introducirlo de nuevo en las Tierras Altas de Escocia (Highlands), región montañosa del norte escocés, para tratar de moderar la población de corzos, más de 500.000, que actualmente devastan el lugar. Los biólogos estiman que si se soltaran allí 500 lobos, en un plazo de 50 años la población de corzos se reduciría a una cuarta parte, lo que favorecería el desarrollo de una mayor biodiversidad de plantas, los bosques gozarían de mejor salud y se produciría el retorno de una gran variedad de pájaros. Al margen de las ventajas que representa la recuperación del equilibrio ecológico, los ganaderos podrían salir perjudicados por la presencia de los lobos (todos sabemos cómo disfrutan éstos comiéndose a los tiernos corderitos), por lo que los investigadores sugieren establecer compensaciones económicas por la pérdida de ovejas, tal como se aplican en Suecia y en Noruega, países que ya adoptaron estas medidas y tienen a los lobos de regreso en sus bosques.
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