Muchos se jactan de los libros que han escrito, a mí me enorgullecen los que he leído. J. Luis Borges. Así decía el maestro Borges cuando se le preguntaba por los libros que leía o escribía. Yo pienso que la lectura es una fuente inagotable de placer y conocimiento, es el motor de todo lo que hacemos o pensamos.
El hecho de leer, como diría el filosofo Fernando Savater, es una actividad intelectual que le da profundidad al pensamiento, pero no sólo a éste, también al sentimiento, pues quien ha leído poco, difícilmente podrá expresar lo que siente o cree.
“Leer-Escribir, -agrega el autor español- esa interacción antigua, no es otro modo de expresar lo que nos pasa y de enterarnos de lo que pasa, sino el propósito de civilizar lo que nos pasa y lo que pasa, distanciando para comprender mejor.” Pero si la lectura es tan importante ¿por qué cada vez más personas carecen de este hábito? Sin duda hay muchas explicaciones que se vinculan, de un modo u otro, con los medios masivos de comunicación y su fárrago de imágenes descontextualizadas.
Yo sigo creyendo que los libros funcionan a costa de nuestra energía. Somos su único motor, a diferencia de lo que ocurre con televisores, videos y fonógrafos. Eso quiere decir que si nosotros no despertamos las imágenes de los libros, si nosotros no damos, vida a los grandes personajes de la literatura como Medea, Hamlet, Ana Karenina, Don Quijote…, ellos perecerán, sin remedio, en ese objeto de papel –a menudo rectangular– que comúnmente se conoce como libro.
Los lectores somos los responsables de mantener la tradición, reviviendo a los héroes de las grandes obras, pues ellas viven para nosotros y a nosotros se deben; pero si no las rescatamos, si no alimentamos la fantasía de los sueños, si no despertamos la imaginación de lo bello, somos, de algún modo, responsables de su muerte. Aunado a este trasfondo ideológico, la comunicación, en nuestra sociedad capitalista, pareciera estar ligada a la imagen como punto de partida y fin de todo mensaje.
La televisión, las revistas y hasta ciertos periódicos, desplazan la palabra en pro de la mala ortografía; son fieles a la idea de que “una imagen vale más que mil palabras” lo cual es una gran falacia, porque el germen de toda imagen esta en la palabra y no al revés. Pero este culto se ha impuesto de manera tan decidida que ha desplazado la lectura y escritura a un segundo plano, porque en un mundo sujeto a la velocidad, como lo es el nuestro, estas actividades parecen anacrónicas y resultan una pérdida de tiempo. Frente a este fenómeno devastador siempre será necesario insistir en incrementar la lectura y escritura como actividades civilizadoras.
La lectura sigue siendo, acaso, el fundamento más claro del pensar, y el pensar es la más humana de las actividades del hombre a lo largo de su historia. ¿Y para qué leer? Después de leer un libro, diez, cien, mil, que se ha leído, nada, el valor de las personas no debe medirse en el número de libros que han leído, el leer muchos libros en la vida no te hará más culto o más capaz, ni mucho menos mejor que los demás, si así lo has pensado alguna vez, estás jodido amigo, el valor de un libro se mide por el estado de conciencia en que nos deja, si los personajes nos plasmaron algo, si el día y la noche te dicen algo, lo que importa es cómo se ve, cómo se siente, cómo se actúa después de leer no mil libros, basta uno solo, uno solo para cambiarnos la vida. Fuente: http://www.milenio.com/ Domingo 25 de Enero del 2009
El hecho de leer, como diría el filosofo Fernando Savater, es una actividad intelectual que le da profundidad al pensamiento, pero no sólo a éste, también al sentimiento, pues quien ha leído poco, difícilmente podrá expresar lo que siente o cree.
“Leer-Escribir, -agrega el autor español- esa interacción antigua, no es otro modo de expresar lo que nos pasa y de enterarnos de lo que pasa, sino el propósito de civilizar lo que nos pasa y lo que pasa, distanciando para comprender mejor.” Pero si la lectura es tan importante ¿por qué cada vez más personas carecen de este hábito? Sin duda hay muchas explicaciones que se vinculan, de un modo u otro, con los medios masivos de comunicación y su fárrago de imágenes descontextualizadas.
Yo sigo creyendo que los libros funcionan a costa de nuestra energía. Somos su único motor, a diferencia de lo que ocurre con televisores, videos y fonógrafos. Eso quiere decir que si nosotros no despertamos las imágenes de los libros, si nosotros no damos, vida a los grandes personajes de la literatura como Medea, Hamlet, Ana Karenina, Don Quijote…, ellos perecerán, sin remedio, en ese objeto de papel –a menudo rectangular– que comúnmente se conoce como libro.
Los lectores somos los responsables de mantener la tradición, reviviendo a los héroes de las grandes obras, pues ellas viven para nosotros y a nosotros se deben; pero si no las rescatamos, si no alimentamos la fantasía de los sueños, si no despertamos la imaginación de lo bello, somos, de algún modo, responsables de su muerte. Aunado a este trasfondo ideológico, la comunicación, en nuestra sociedad capitalista, pareciera estar ligada a la imagen como punto de partida y fin de todo mensaje.
La televisión, las revistas y hasta ciertos periódicos, desplazan la palabra en pro de la mala ortografía; son fieles a la idea de que “una imagen vale más que mil palabras” lo cual es una gran falacia, porque el germen de toda imagen esta en la palabra y no al revés. Pero este culto se ha impuesto de manera tan decidida que ha desplazado la lectura y escritura a un segundo plano, porque en un mundo sujeto a la velocidad, como lo es el nuestro, estas actividades parecen anacrónicas y resultan una pérdida de tiempo. Frente a este fenómeno devastador siempre será necesario insistir en incrementar la lectura y escritura como actividades civilizadoras.
La lectura sigue siendo, acaso, el fundamento más claro del pensar, y el pensar es la más humana de las actividades del hombre a lo largo de su historia. ¿Y para qué leer? Después de leer un libro, diez, cien, mil, que se ha leído, nada, el valor de las personas no debe medirse en el número de libros que han leído, el leer muchos libros en la vida no te hará más culto o más capaz, ni mucho menos mejor que los demás, si así lo has pensado alguna vez, estás jodido amigo, el valor de un libro se mide por el estado de conciencia en que nos deja, si los personajes nos plasmaron algo, si el día y la noche te dicen algo, lo que importa es cómo se ve, cómo se siente, cómo se actúa después de leer no mil libros, basta uno solo, uno solo para cambiarnos la vida. Fuente: http://www.milenio.com/ Domingo 25 de Enero del 2009
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