DANCER IN THE DARK (BAILANDO EN LA OSCURIDAD)

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DANCER IN THE DARK ES MI PELÍCULA FAVORITA, LES CONFIESO QUE LA VI SOLO PORQUE SALÍA LA CANTANTE ISLANDESA "BJÖRK" (que es una de mis consentidas) PERO CUANDO VI LA PELÍCULA REBASO TODAS MIS ESPECTATIVAS, A ESTO LE SUMAMOS UNA MUY BUENA BANDA SONORA A CARGO DE LA MISMA "BJORK" CON UNA BELLISIMA CANCIÓN A DÚO CON EL VOCALISTA DE RADIOHEAD TOM YORKE....... HE AQUÍ UNA RESAÑA
SINOPSIS. Ganadora de la Palma de Oro en Cannes 2000 a la mejor película (y premio de mejor actriz a Björk), llega al cartel este melodrama musical de Lars von Trier que explora al máximo la situación emocional de Selma, una emigrante checa que trabaja desapasionadamente en América y tiene a su hijo enfermo. Su alegría está en los musicales de cine, pero Selma está perdiendo la vista.
CRÍTICA por Raúl S. Pedraz

Cine elevado

Los milagros no existen. Y de existir, serían consecuencia directa de esa fe ciega que desemboca en devoción absoluta hacia una figura de imprecisa naturaleza, que supera las limitaciones del hombre e interviene, por tanto, en el mundo de los mortales. Pues bien, desde esta concepción de lo milagroso emerge Dancer in the dark como prodigio artístico de deslumbrante genialidad e insoportable dolor. Así es. Lars von Trier ya avisaba cuando esclavizó a Bess a un viaje sin retorno físico por unas olas que rompían con furia ante sus sobrecogedores gritos. Pero ahora, y cerrando la Trilogía del Corazón de Oro, el director danés nos somete a la visión de Selma, emigrante checoslovaca enamorada de los viejos musicales americanos y dueña de un drama en forma de secreto. Selma, madre de un hijo, padece una ceguera congénita, de irremediable efecto para ella pero de posible salvación para su descendiente. Es entonces cuando comprendemos que su hijo es lo que Bess tenía en su marido y Karen en sus idiotizados compañeros: el porqué de su autoinmolada existencia. Una razón por la que sufrir más allá de explicaciones racionales y que transforman, por medio del sacrificio, lo humano en deidad.

Al igual que sus predecesoras, Selma se entrega en cuerpo, alma y espíritu para salvar de las tinieblas a su hijo. Al mismo tiempo, la demoledora batuta del genio Von Trier hace que su vida, calmosa hasta el momento, se quiebre definitivamente cuando tropiece con la muerte. Es entonces cuando todo converge: el escalofriante y visionario melodrama, la insultante osadía de su propuesta formal, la coexistencia de recursos contradictorios, el ego de Von Trier bebiendo de la fuente dreyeriana y la impagable entrega de Björk para hacer de Selma no un personaje a interpretar, sino una piel que encarnar. Una piel azorada por su creador, desgarrada por su destino y maltratada por la vida. Björk no interpreta, padece. Y nosotros con ella.

Dancer in the dark evoluciona al ritmo marcado por Björk, autora de una banda sonora que une atrozmente drama y melodía en su tercio final, y que tiene en los acordes de I’ve seen it all y de 107 steps las claves para comprender lo que estamos presenciando, el nacimiento de un nuevo ángel al que la cámara acompaña desde su cegada obertura. Ella, Selma, proyecta en su escenario vital lo que dicta su corazón: musicales al ritmo de los ruidos de la vida. Ella, la vida, responde sin piedad.

Si el cine muriese hoy, Dancer in the dark proyectaría las últimas imágenes capaces de obrar el milagro de la resurrección del alma a través de una propuesta que reinventa la gramática con la que se escriben sus arrebatadoras escenas. Y es que esta colisión de genios ha creado un cine elevado, cine que atrapa lo milagroso hasta hacerlo suyo. Entonces, y con cegadora maestría, nos lo arrojan al cuello sin que seamos capaces de verlo.

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